Activismo Político Negativo, Roberto es un joven agradable, inquieto y líder nato. A sus 19 años y sin haber terminado su carrera, ya tiene tres empresas. Hábil con los negocios, reconoce prontamente donde hay oportunidades. Por eso nadie se sorprendió cuando se convirtió en militante político, organizando líderes en distintas comunidades que sirvieran de enlace, de ojos, pero también de oídos.
Asesora a un maestro que perdió dos elecciones primarias consecutivas. La primera recomendación fue: “Deja a esa mujer. Esa es una bochinchosa y tiene enemigos por todos lados, si la dejas no solo dejarás de tener enemigos, sino que la gente estará contenta contigo porque la dejaste”, y así fue. Luego, el otro consejo: “Aprovecha la conexión que tienes en la escuela, con los estudiantes, otros maestros y los padres de familia. Acércate a ellos”.
Y montado sobre la estructura que Roberto hábilmente ha estado alimentando hace dos años con los recursos que le canaliza el que manda más, le dan el material para la campaña, diciendo todo lo que la gente quiere oír: “Les vamos a construir la carretera para que saquen sus productos o vamos a llevarles el agua o abrir el pozo”. La torpeza y desconexión del Gobierno les deja todas las oportunidades abiertas. “Nosotros les vamos a construir la carretera y les vamos a dar el agua y les vamos a dar la plata a sus organizaciones de productores, del acueducto rural o las amas de casa, para que ustedes lo manejen todo y que esos políticos sinvergüenzas no se la roben”.
Para el día de la elección ya todos llevan varios días trabajando, todo es un hervidero. El que manda más ya soltó el milloncito desde su cómoda residencia en el extranjero. A Roberto y su combo les han tocado 120 mil. Ya alquilaron los carros, contrataron la comida y el güaro. Que la secretaria comience a anotar todos los errores para aprender a no cometerlos cuando venga la elección grande. “Acuérdense, en una casa hay que llevarlos a todos. Nadie se queda”.
La gente va a votar como los borregos de Panurgo, siguiendo a otros: Adormecidos, vendiéndose y vendiendo a los demás. No entienden qué es la democracia ni para qué sirve; ignorantes como están después de décadas de atraso escolar. Roberto corre de un lado a otro, se baja de un carro y se sube al otro, se mete a una casa y sale por otra para despistar a la autoridad que le sigue de cerca. Al final del día solo le quedan 20 dólares de los 80 mil que tenía cuando comenzó el día.
Ahora, llegó la hora de la verdad. Tenso, la mirada ida, nadie se le puede acercar sin arriesgarse a un temible zarpazo. Concentrado, viendo a su presa acercarse a medida que se cuentan los votos y se proclaman victoriosos sus acudidos. Se alza con la victoria. Ya puede lucir el Cadillac de color amarillo neón de 1960 que le regaló su padrino.
Roberto está convencido de que lo que hace es lo mejor, que no hay de otra. Así es la política. El Gobierno nunca va a arreglar la situación de la educación, de la salud, del agua. No les interesa porque esos están en sus propios asuntos, empujando sus negocios, viendo a ver cómo se hacen más ricos. Hay que darle al pobre y el pobre del campo es agradecido. Uno lo saca de apuro cuando tiene a un familiar enfermo, le presta el carro y le da la plata para el médico y las medicinas.
¿Cuántos Roberto habrá? Líderes jóvenes, carismáticos, inteligentes, que son identificados, absorbidos y manipulados por los maleantes colmilludos de la política criolla. Jóvenes aburridos de la escuela y de la universidad. Que quizás sepan íntimamente que lo que hacen no es correcto, pero no saben dónde encontrar escenarios alternativos posibles, esperanzadores. Dejados al garete por su familia, encandilados por el dinero fácil, la fama y el poder, sin valores firmes y sin formación política. Vuelan como mariposas hacia la candela que poco a poco consume el rancio tejido social en el que vivimos.