El ‘médico chino’ que vio morir a Remón, salvó a Rubén Miró y a Arnulfo Arias …el doctor Ernesto Chú fue el primer médico cirujano chino panameño
El doctor Ernesto Chú fue el primer médico cirujano chino panameño. Recibió su título de doctor en Medicina de la Universidad de Berlín el 18 de febrero de 1942, con la calificación summa cum laude.
Le tocó vivir la dura realidad de esa época y tuvo que enfrentar muchas dificultades, tanto durante sus estudios en Alemania, que era entonces el epicentro de la Segunda Guerra Mundial; como al regresar a ejercer como cirujano a su propia tierra panameña, donde fue objeto de discriminaciones.
Al regresar a Panamá, en 1945, fue nombrado en el departamento de Cirugía del Hospital Santo Tomás como ‘Médico de Tercera Categoría’, con un sueldo de $200, mientras que otros, que no compartían su origen chino fueron nombrados inmediatamente ‘Médicos de Primera Categoría’.
Abrió una clínica privada en la Calle 13 Este de Salsipuedes, para nivelar sus bajos ingresos.
En 1949, fue relegado en su deseo de servir como profesor universitario en la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá; pero logró acceso a los quirófanos de la Clínica San Fernando, abierto ese año.
Muchos pacientes pudientes llegaban a su clínica popular referidos por el doctor Jaime de la Guardia, quien les decía a sus pacientes: ‘Si el médico chino no te cura, no te cura nadie’.
El 2 de enero de 1955, estando de turno, lo llamaron al Cuarto de Urgencia, para apoyar a los doctores Antonio González Revilla, Rolando de la Guardia, Manuel González Ruiz, entre otros, quienes se afanaban por dar resucitación cardiopulmonar’ al presidente Remón Cantera, quien ya había muerto.
Irónicamente, en 1958, al doctor Chu le tocaría atender a Rubén Miró, acusado de la autoría intelectual del magnicidio de Remón.
En junio de 1982, el destino hizo le puso como paciente al doctor Arnulfo Arias, quien había impulsado la Constitución de 1941 que declaraba a los chinos como ‘raza de inmigración prohibida’.
Sin rencores hacia el expresidente, devino de su trato una enriquecedora transmisión de conocimientos y hasta una amistad.
Después de la intervención, una mañana, Arias amaneció preguntando a su médico dónde estaba ubicado el norte. La conversación prosiguió y Chú le comentó al paciente que el trono del emperador chino se situaba en el norte mirando hacia el sur.
Al día siguiente, al llegar a la habitación de Arias, este tenía su cama colocada en esa misma dirección. La sorpresa fue que desde ese momento ‘hubo un cambio repentino de mejoría clínica, tanto de los valores químicos como del estado físico’.
El hecho sumió a Chú en la reflexión. La respuesta la encontró en la medicina tradicional china. ‘Era la pieza faltante en el engranaje’ , el ‘principio de la armonía entre el yin y yang ‘.
El doctor se convirtió en un ávido estudioso del razonamiento binario de la tradición china, que puso, en complemento con su formación occidental, al servicio de sus pacientes.
En vida, fue condecorado con la orden de Vasco Núñez de Balboa y las llaves de la ciudad de Panamá. Para el Centenario de la República (2003), la comunidad chino panameña lo incluyó en el listado de sus 100 miembros más destacados.
El discurso dado por Chú en 1982, termina con una reflexión, parafraseada de un discurso del primer lord del Almirantazgo, en Oxford: ‘Para Panamá, no deseo cirujanos instruidos, sino hombres educados en todo su sentido ético moral. Solo así cumplirá cabalmente su destino la cirugía panameña’.