¡Cenizas de mi propio volcán¡ – El inminente peligro para los que amo …nosotros podemos solamente monitorear las cenizas, el humo, la calma, hasta que en el momento menos pensado la erupción…
Últimamente, varios volcanes han entrado en actividad visible, siempre han estado activos, pero uno de los problemas es que nosotros podemos solamente monitorear las cenizas, el humo, la calma, hasta que en el momento menos pensado la erupción es tan grande, casi imposible de frenar y de medir las consecuencias. Lo que queda finalmente es hacer un inventario de todos los desastres que causó.
El volcán en Guatemala, que hizo erupción el mes pasado. Tiene 3763 metros de altura, el humo subió a 10,000 metros, la lava volcánica bajó a 210 km por hora; el calor sobre la superficie fue de 100 grados de temperatura, a un palmo abajo alcanzó los 700 grados.
Hay más o menos 500 volcanes que hicieron erupción en el mundo, sin embargo recientemente varios lo hicieron casi simultáneamente en Indonesia, Nicaragua, Italia, Ecuador, Sumatra, Japón, Alaska, Costa Rica y Guatemala.
Pero ¿qué de nuestro corazón, cuál es la analogía con un volcán?
Como humanos, nuestra tendencia es monitorear nuestro comportamiento (las cenizas), los cambios de ánimo, de gestos, mientras ignoramos mayormente nuestros corazones. Pues, ¿cómo podremos monitorear nuestro propio corazón?
Jesucristo dijo algo que hoy día aún tiene grandes implicaciones: “lo que sale de la boca viene del corazón,” y “del corazón salen los malos pensamientos”.Mateo 15:18-19
El profeta Jeremías en el Antiguo Testamento, de La Biblia, dijo que el corazón es un misterio. “¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9).
A menudo su corazón y el mío hacen erupciones repentinas:
De repente alguien pide un divorcio.
De repente, un pasatiempo divertido se convierte en un hábito destructivo.
De la nada, palabras devastadoras toman desprevenido a un ser querido y atraviesan su alma.
Así como Jesús nos dijo, lo que se origina en lo secreto de nuestros corazones, eventualmente logra salir en nuestros hogares, oficinas y comunidades.
El sabio salomón dijo: “Guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). El corazón se filtra en cada conversación, dicta cada relación, todo aspecto de nuestra vida se conecta con lo que sucede en nuestro corazón.
Este artículo es adaptado de un devocional compartido por Andy Stanley, le animo a identificar a cuatro enemigos de nuestro corazón, enemigos que tienen el potencial de hacer erupción y causar estragos en los que frecuentemente están cerca nuestro.
I. Primer enemigo: La Culpabilidad.
La culpabilidad es el resultado de haber hecho algo que percibimos como malo. El mensaje de un corazón lleno de culpabilidad es: “tengo una deuda”. TE DEBO Por ejemplo, el padre o madre que abandonó su hogar, sabe que tiene una deuda grande con los que ha dejado atrás de su familia, sabe que a su cónyuge le ha robado la estabilidad, la compañía, la seguridad, el significado, etc, pero a sus hijos les ha robado sus navidades, sus salidas en familia, tradiciones, afecto sincero, etc, la lista es interminable.
Sepa que nada, aparte de pagar la deuda aliviará la culpa de su corazón. ¿sabe cómo hacerlo? Simplemente confiese la deuda al círculo de quienes han sido afectados, sea honesto, tal vez, sea lo más valiente que tenga que hacer en la vida. Simplemente diga: les debo, he fallado. Perdóneme. La persona que no está dispuesta a hacer esto, simplemente se está preparando para repetir su pasado. Recuerde que el círculo de confesión debe incluir a Dios, porque prioritariamente pecamos contra Dios. Confiese ante Dios y ante los demás y así matará este enemigo de su corazón.
II. Segundo enemigo: el dolor y la ira. La ira no hace pensar y decir: ME DEBES.
“Muéstrame a una persona airada y te mostraré una persona herida”
La ira se podría verbalizar en alguna de las siguientes maneras: “Te robaste mi reputación”, “Te robaste mi familia”, “Te robaste los mejores años de mi vida”, “Te robaste mi juventud”, “Te robaste mi pureza”, “Me debes una promoción”, “Me debes una oportunidad para intentar”, “Me debes una segunda oportunidad”, “Me debes afecto”.
La raíz de la ira es la percepción o sentimiento de que algo nos ha sido quitado y por ende se ha establecido una relación de acreedor y deudor.
¿Se identifica con esto? ¿Qué deuda está causando la ira que siente?
¿Cuánto tiempo va a permitir que las personas que le hirieron controlen su vida? ¿Otro mes? ¿Otro año? ¿Otra etapa de su vida? ¿Cuánto tiempo?
Hoy puede ser el día que deje de cargar con ese dolor, de no permitir más que el pasado tome control de su futuro.
El Apóstol Pablo (Efesios 4:31) nos dice: “Abandonen toda amargura, ira y enojo”. Y luego nos indica cómo hacerlo: “…perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”.
El remedio para la ira es el perdón. Si esperamos que nos paguen por los males que nos han hecho, nosotros seremos quienes pagamos. Si por el otro lado cancelamos las deudas que nos deben, seremos liberados. Recuerde: “ la ira no resuelta es devastadora”.
Hoy puede seguir este proceso:
(1) Identifique con quién está enojado. (2) Determine qué le deben. (3) Cancele la deuda perdonándolos. (4) No permita que crezca nuevamente la ira.
III. Tercer enemigo: La avaricia, Es la que nos lleva a ver lo que tenemos y a enfocarnos en lo que pensamos que nos falta y decimos: YO ME DEBO
¿Por qué debemos tener cuidado de la avaricia? Porque es el enemigo más sutil.
Jesucristo dijo: “¡Tengan cuidado! Absténganse de toda avaricia” (Lucas 12: 15.) La avaricia puede habitar en el corazón sin detectarse durante años. Todo corazón es altamente susceptible a esta enfermedad debilitante. Es difícil de auto-diagnosticar.
Jesucristo desenmascaró la mentira que alimenta la avaricia: “La vida de una persona no depende de la abundancia de los bienes que posee”. ¿Pero acaso no sabemos eso? En el mundo muchísimas más personas de las que imagina viven conforme a esa mentira. Piensan que su vida es igual a lo que tienen. Una de las maneras de romper con la avaricia es dar, ser generoso, compartir aunque sea algo pequeño con quien lo necesita, dar hasta que llegue a ser un estilo de vida. Disfrutar de ayudar a otros con lo que Dios nos confió.
IV. Cuarto enemigo: La envidia es la que nos lleva a comparar lo nuestro con lo que otros tienen, y decimos: DIOS ME DEBE.
La envidia va acompañada de la codicia, y nos lleva a pensar en lo que otros tienen y que nosotros carecemos (apariencia, habilidades, oportunidades, salud, riqueza, etc).
Muy adentro pensamos que Dios nos debe algo.
La envidia puede destruir su vida y causar estragos en sus relaciones. La buena noticia es que este monstruo, así como los otros tres, tiene una vulnerabilidad. Y es algo que posiblemente no espere escuchar: dejar de desear lo que otros tienen y comenzar a pedir a Dios lo que Él sabe es mejor para nosotros.
Quiero terminar este artículo diciéndole que cada preocupación que tiene, grande o pequeña, le importa a Dios. porque usted le importa. Sea su vida amorosa, carrera, matrimonio, padres, hijos, finanzas, educación.
¿Por qué cosa le duele su corazón?
Pase algún tiempo en conversación libre y desinhibida con Dios acerca de lo que siente que le hace falta. Pídale que le bendiga de la manera en que Él sabe que es mejor y que le revele Su amor en el proceso.